El profesor Luskin PHD en psicología diseña una terapia del perdón en su famoso libro “Perdonar es Sanar” .
En el instituto Rockefeller y en otros prestigiosos centros académicos de EE.UU, los médicos descubren como el odio o el amor alteran los movimientos interiores del hombre, modificando las hormonas, las endomorfinas , y otras sustancias buenas y malas del organismo, especialmente el cerebro que al enviar un mensaje al hipotálamo producen beneficios de salud o generan enfermedades. El perdón genera paz interior, cambios en el cerebro, mejora sensiblemente algunas enfermedades y cura otras como algunos tipos de cáncer.
El gran predicador Robert di Grandis también en su área experimenta asombrosas curaciones generadas por el perdón. Cuenta de una esposa muy herida por el maltrato de su marido, esta se le presentó con cáncer y muchas heridas afectivas. Con una terapia de oración y sanación de recuerdos, cuando esta mujer logró perdonar a su esposo, quien le había infringido numerosas heridas y maltratos, siente que su cáncer desaparece al evacuar el rencor y el odio. El rencor que no es más que un odio almacenado y día a día va creciendo y lesionando nuestra parte romántica al crear en nosotros confusiones, juicios, ansiedades y enfermedades físicas.
Eso mismo produce el odio en nosotros, causa heridas que si se dejan crecer traen enemistades, divisiones, malestar en el entorno social, crímenes y guerras entre familias, personas y naciones.
El perdón se genera en tres áreas.
Primera: el perdonarse a sí mismo. Tenemos heridas que nos desprecian, nos humillan, y ofenden, nos marcamos con palabras como: tu eres un inútil, no sirves para nada, tu hermana es mejor o más bonita, eres un don nadie o eres un fracasado. Nos rebajamos por un lado pero por otro lado también nos podemos decir que tenemos talento que podemos crecer y hacer muchas cosas, que Dios nos ama o que alguien nos ama, que somos un ser humano inimitable y diferente pero igual a todos. Perdonemosnos a nosotros y perdonemos a quien nos humillo y sentiremos un gran alivio.
Segundo: perdonar a los demás. No perdonar es de personas torpes o muy enfermas u orgullosas. Es cargar un fardo que día a día nos aplasta más. Odiar no hace daño al otro. nos destruye a nosotros mismos, enferma y afecta la familia, el trabajo y a la comunidad del entorno. Perdonar es salir adelante pues se libra de un gran peso y un inmenso dolor y se recobra la paz y la fuerza para vivir y entonces vuelve la alegría y la salud. Sin importar si te han abandonado. Que mataron a un ser querido, entrega el dolor al que todo lo puede. Sigue mirando arriba y adelante, no mires atrás. Has tu duelo y la terapia de sanación con alguien en donde puedas llorar sobre su hombro y luego sigue adelante y ruega por quien te hirió hasta que tu dolor desaparezca.
Pedir perdón. Me contaban unos sacerdotes que han confesado a muchos especialmente cuando ven cerca su final en esta tierra, que los interrogaba ¿usted ya perdonó? Claro padre respondían todos, pues al verse cerca de la muerte y bajo la sentencia de Jesús , si no perdonas Dios tampoco te perdona, entonces se apresuraban para el lado afirmativo y la segunda pregunta ¿usted pidió perdón? Me decía el sacerdote que la mayoría quedaba en silencio. Guardándose el orgullo hasta la muerte sin rendirnos a una relación de humildad, que sana bien y nos libra de esa inmensa carga sobre lo que hicimos.
Un día me di cuenta del dolor de mis hijos porque mi vida cambió de rumbo y ellos se vieron privados de la presencia del papá, muchas veces. Los invité a almorzar y les pedí perdón. Sólo hubo silencio y ojos con lágrimas, pero allí comenzó la sanación. Años después lo hice por segunda vez y hace un par de años sufrí un reproche del menor que me permitió explicarle más y acercarme a su corazón y desde allí ha habido mucha sanación de todos , un mejor diálogo y un encuentro más profundo.
Perdone, pida perdón, siéntase perdonado y luche por la reconciliación
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